domingo, 11 de octubre de 2015

La pobreza de los poblanos y las tareas pendientes, nuestra vergüenza... por Alberto Jiménez Merino

No obstante que en los años recientes 92 poblanos salen diariamente de la pobreza , estamos muy lejos aún de resolver este problema que afecta a 1 millón 800 mil personas en lo concerniente a falta de alimentos y, 1 millón 900 mil poblanos viviendo por debajo de la línea de bienestar básico que no tienen para adquirir la canasta alimentaria. Esta pobreza alcanza al 64 por ciento de la población estatal, de la cual, un 60 por ciento está en las zonas urbanas.

Cuando yo nací, en 1959, la pobreza ya era un problema para la mayoría de los habitantes de mi pueblo. La migración era entonces una opción, una solución. Por esta razón, mi abuelo conoció California, varias veces fue y vino, y mi padre y algunos de mis hermanos conocieron Nueva York años después.

La gente se dedicaba a las labores agropecuarias con muy escasos medios, poco acceso a los insumos, ya fueran semillas, agroquímicos, herramientas, maquinaria, falta de capacitación o asesoría y, ya desde entonces, la escuela poco hacía por vincular los contenidos escolares con las actividades y necesidades de las familias y comunidades. No existían los apoyos del gobierno para el campo o no lo supimos.

Las viviendas eran muy precarias, las casas no tenían muebles, no habían camas, dormíamos en petates de palma directamente en el piso de tierra compactada. No había mesas ni sillas, comíamos sentados en el piso haciendo una rueda o en el campo, limpiándonos las manos con tierra y, sobre el surco, nos sentábamos a desayunar o comer.

La dieta era muy raquítica, sólo comíamos frijoles y tortillas, salsa de chile con jitomate o tomate, café legal en las mañanas y la noche, agua natural al medio día. Huevo y pollo de vez en cuando porque aunque habían gallinas y guajolotes, estos se dedicaban al mercado para obtener algunos recursos que ayudaran a cubrir otras necesidades.

El agua la tomábamos directamente del río Mixteco, se acarreaba en cántaros de barro o latas mantequeras de 18 litros, a "lomo" humano o con burros. Después, se filtraba con una manta y se almacenaba en tinajas de 40 litros. Todavía no existía el aceite vegetal y por ello, se usaba manteca de cerdo para cocinar.

La ropa era muy modesta y el calzado calzado usado eran sólo huaraches de correa con suelas de llanta, unidos por grapas de alambre, y estos los usaban los más afortunados, pero había, como todavía hay, gente descalza o con zapatos de plástico extremadamente humildes.

Por todo lo anterior, puedo decir que para tener una vida digna se requiere tener agua en cantidad y calidad suficiente, tener una vivienda digna, un adecuado apoyo para desarrollar las capacidades humanas con escuelas vinculadas a las comunidades y programas de capacitación ligados a las actividades predominantes de la gente en los pueblos.

También se requiere asegurar una alimentación digna donde las familias produzcan al menos una parte de lo que necesitan o tengan ingresos dignos para poder satisfacer esta necesidad elemental. Pero la falta de una educación y orientación alimentaria, hoy se traduce en amplios segmentos poblacionales sin acceso a alimentos, y otros, iguales o mayores, con problemas de sobrepeso y obesidad.

Esta semana fui testigo de una revisión de los avances contra la pobreza que hicieron autoridades federales, estatales y municipales en la Junta Auxiliar de Azumiatla, perteneciente al municipio de Puebla, y los que asistimos, supimos que hay un avance importante en vivienda pues en el último año se han levantado casi 15 mil nuevos cuartos adicionales. Este, sin dudarlo, es un gran esfuerzo del Gobierno de la República, encabezado por el Presidente Enrique Peña Nieto, y complementado con participación estatal.

Pero, también recuerdo que son 500 mil los poblanos que viven en un solo cuarto. Que en términos de desarrollo personal y familiar, es imposible salir adelante cuando no hay vivienda, alimentos, agua, ingresos.

Allí, en Azumiatla, hemos sembrado peces en la presa construida por el Plan Presidencial Benito Juárez en los años 70's para mejorar la alimentación, hemos apoyado con insumos para la agricultura, con capacitación para alimentar mejor al ganado, y en Rosario La Huerta, una comunidad a 60 minutos del zócalo capitalino y que pareciera estar en el ultimo rincón de Puebla, el gobierno de la República está terminando una gran represa que cambiará las condiciones de vida de los habitantes.

En cuestión de pobreza, no se puede sentir lo que no ha se ha vivido, y resolverla implica tener una gran voluntad para reconocer que las prioridades de unos en el gasto público no son las necesidades de amplios sectores, como lamentablemente sigue ocurriendo.



@jimenezmerino
Fb: alberto.jimenezmerino



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