lunes, 3 de agosto de 2015

La pobreza en Puebla y las microempresas como fuente de riqueza... por Alberto Jiménez Merino

En Puebla, según cifras recientes del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), existen 3 millones 958 mil personas en pobreza, las cuales corresponden al 64.5 por ciento de la población total. 

Somos la cuarta entidad más pobre del país, y de acuerdo con el comparativo más reciente, entre 2012 y 2014, hay 80 mil nuevos poblanos pobres, no obstante que 90 de ellos salen de la pobreza cada día.

Asimismo, existen 504 mil mujeres en la entidad que reciben el apoyo del programa PROSPERA, más de 150 mil beneficiarios del programa PROAGRO Productivo, y más de 15 mil familias reciben el apoyo del Programa Estrategico de Seguridad Alimentaria PESA-FAO-SAGARPA. 

A todo ello, debería sumársele también, los apoyos a los adultos mayores y las madres solteras. Cabe hacer mención que todos estos programas se ejecutan con aportaciones exclusivamente federal.

Sólo en los programas PROAGRO y PESA, el Gobierno de la República aporta 700 millones anuales sin contraparte estatal.

Sin embargo, y pese a las cifras y programas anteriores, la pobreza sigue siendo una de las más despreciables condiciones humanas. 

Ciertamente no es un destino, a menos que quienes tienen la responsabilidad de atenderla establezcan prioridades distintas en la orientación de los presupuestos públicos. 

Un estado pobre y además endeudado, no tiene un buen futuro para su gente.

En el año 2 mil, con el esfuerzo de productores de Aquixtla y Tetela, encabezados por Alberto Nava Ruano, en la Sierra Norte de Puebla, empezamos a escribir una bella historia como muchas que se han escrito con poblanos emprendedores en varias partes del territorio estatal: Se apoyó la construcción de 300 metros cuadrados de invernaderos, distribuidos en dos de 150 metros que, ante lo reducido de su tamaño, se unieron.

Era todo lo que había disponible. 

Lo importante era empezar y no detener el impulso emprendedor de los promoventes. 

Con el paso del tiempo y derivado de una gran cultura de aprovechamiento del agua en una región antiguamente productora de papa, los 300 metros se convirtieron en 1 millón.

Este desarrollo regional de 100 hectáreas, ralizado en 14 años, requirió de una inversión global de 300 millones de pesos y permitió la creación de al menos 800 empleos. 

Al mismo tiempo, en la misma zona, se inició también un gran desarrollo regional de la manzana. Actualmente, ambos siguen creciendo para beneficio de las familias.

Con estos ejemplos, suena absurdo quien dice que el campo es un barril sin fondo o que, apoyarlo, es tirar el dinero tan necesario para otras cosas.

No cabe ninguna duda que, para revertir la pobreza, se requiere generar riqueza y para lograrlo, necesitamos equilibrar el presupuesto para que además de generar bienestar como hasta ahora, con la infraestructura y los servicios básicos, también se apoye a la producción, la cual permita que ese bienestar sea sostenible.

Para generar riqueza es indispensable crear o fortalecer empresas y ésto, requiere promover, en la formación profesional de los jóvenes, la opción del autoempleo y el emprendedurismo que aún es muy ajeno a las opciones de desarrollo laboral. 

Se necesita que la carrera profesionales como la de administración de empresas se transforme en creación, fortalecimiento y administración de empresas de acuerdo a la futura realidad.

Los datos del censo económico 2014 arrojan que la actividad económica en Puebla es mayoritariamente de microempresas, en un 96 por ciento (339 mil 600) en donde trabajan no más de 10 personas, promediando únicamente 5 en el total. 

La creación de empresas necesita que la educación se oriente a formar líderes emprendedores, que la investigación tecnológica y socioeconómica apoye esta necesidad de la población y, que las políticas públicas fomenten el apoyo integral de proyectos para crear empresas. 

Los apoyos desarticulados, insuficientes y a destiempo que, con frecuencia hemos hecho, no han servido para gran cosa.

Hay evidencias que señalan que las micro, pequeñas y medianas empresas mueren, en promedio, dos años después de nacer y, ello se debe principalmente a la falta de capacitación, asesoría, innovación y apoyos financieros. 

En algunos encuentros que he tenido con artesanos, por ejemplo, han referido la problemática para la organización, que a su vez dificulta el acceso a capacitación y asesoria en diseño del producto, tecnología, acabado de piezas, creación de volumenes y, por lo tanto, acceso a mercados.

La pobreza requiere de una medicina mayor, de un mayor conocimiento de la realidad, de un mayor compromiso y voluntad gubernamental, de una reorientación educativa y de la creación de empresas de todo tamaño. 

Pero el que no puede lo menos, no puede lo más. 

@jimenezmerino
Fb: alberto.jimenezmerino


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